viernes, septiembre 30, 2005 

Cómo conocí a Saramago

"Yo no sé, ni quiero saberlo, de dónde ha sacado Saramago ese diabólico tono narrativo, duro y piadoso a un tiempo, con algo de letanía bíblica y de nana infantil, que le permite contar tan cerca del corazón y a la vez tan cerca de la historia, y dónde los afanes se ven casi siempre al trasluz de los afanes colectivos."

Luis Landero



Este relato lo dedicaré a uno de los escritores más imaginativos y excepcionales de la actualidad: José Saramago. Y no es para menos, Saramago es una de las conciencias más críticas y lúcidas para describir la realidad del mundo contemporáneo. Es un verdadero maestro, al menos para mí.


Fue en noviembre de 2002 cuando, acompañando a mi madre a un viaje de trabajo, conocí un verdadero mosaico de colores: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Ella tenía definido un programa de labores y se fue a realizar varias actividades. Por lo tanto yo me quedé solo. Para combatir mi aburrimiento y no perder la costumbre —ni el espíritu aventurero—, salí a caminar por la ciudad, cruzándola de oriente a poniente sobre el Boulevard Belisario Domínguez, su avenida principal. Al llegar a lo que me pareció el final del camino, topé al centro comercial Plaza Cristal. Un centro como cualquier otro, reflejo de la modernidad que Tuxtla Gutiérrez pretende alcanzar o está alcanzando.


Entré y comencé a caminar hasta que topé con la Librería de Cristal. No ponía los pies en una Librería de Cristal desde mis años de primaria. Así que adelante. Fue una de esas ocasiones en que te dices a ti mismo: "De aquí salgo con un libro"; total, llevaba bastante dinero. Pero también fue una de esas veces en que te puedes pasar tres horas merodeando entre los estantes y no sabes qué elegir.


Y así fue, miraba de aquí hacia allá y de allá para acá. También un poco más allá. El encargado me comenzaba a lanzar una mirada de reprobación, de esas que se usan en el tianguis para decirle a uno "Si no va a comprar, no mallugue". Al cabo de un rato, mientras recorría con la vista el estante de Literatura Iberoamericana, mis ojos se detuvieronen la letra ese y se anclaron en un libro pequeño de costado bicolor. Su título: El Evangelio Según Jesucristo.


Recuerdo que meses atrás, en la Ciudad de México, ya había visto aquél libro pero no llamó mi atención. Quizá en aquella ocasión pensé "Debe ser uno de esos libracos sobre la verdadera historia de Jesús", pero esta vez no fue así. Lo tomé y me dije: "A ver qué pasa".


Y pasó mucho.


Pagué su precio, salí de ahí buscando dónde sentarme y llegué a los helados Santa Clara. Pedí un café capuchino y comencé a leer. Al abrir el libro, con lo primero que te topas es con una ilustración dramática: una reproducción del grabado Grande Crocifissione (1498), de Albrecht Dürer. No sé que opinen ustedes, pero es dramática. Gráfica y conceptualmente dramática. Siglo XV. Como ustedes sabrán, las primeras páginas de la novela están dedicadas a la descripción de dicho grabado. Eso fue lo que leí mientras bebía mi café. Horas más tarde, tras tomar un autobús de regreso al hotel y después de ducharme, yacía acostado en la cama de mi cuarto, continuando la lectura.


Debido a los drásticos cambios de temperatura, al día siguiente amanecí con fiebre. Imagínense: la temperatura del ambiente era de unos 39°C y yo, padeciendo escalofríos, llevaba puesta una gruesa sudadera. Mi madre y yo fuimos a desayunar con unas compañeras de su trabajo. Terminados los alimentos, en la sobremesa, una señora con fachada de distinguida me preguntó algo así como "¿Qué estás leyendo, mijito?" Yo, con toda la calma del mundo, le extendí amablemente mi libro. Al leer el título impreso en la portada, sus facciones se arrugaron y me dijo "Ah, qué bonito".
Uno sabe que en esa clase de situaciones, esa clase de gente se alarma, se inquieta y se pregunta cuándo tendrá lugar la parusía. Podría apostar cualquier cosa a que esa distinguida señora juró y perjuró que cuando llegara ese día, yo me formaría en la fila izquierda. Después, con el cuidado de quien toma entre las uñas un bicho raro para echarlo fuera de la casa, me devolvió mi libro.

A propósito del suceso, aprovecho para registrar en estas líneas que un mes después, yendo de la Universidad al trabajo, a bordo del pesero un señor vió mi libro y me dijo con cierto dejo de preocupación: "Esas lecturas no son buenas, a la larga te deterioran". Seguramente él era de los que creían que, desafiando a los dogmas de la fe, yo había osado comprar un libraco sobre la verdadera historia de Jesús. Yo simplemente le respondí: "¿Ah, sí? Ya veo". Después le esbozé una leve sonrisa y di media vuelta.

Total, terminé de leer el libro. Quizá comente su contenido más adelante. Tiempo después, con el ánimo de quien busca una expresión diferente en alguien ya conocido, compré El memorial del convento. Esta segunda novela fue el portal a una de mis más profundas y comprometidas pasiones literarias. Esta novela es el verdadero meollo de este relato.

A todo esto, ¿qué fue lo que pasó? Lo que sucede cuando encuentras expresado con palabras aquello que tú llevas pensando desde hace mucho tiempo y no sabes cómo decirlo. Sientes una profunda emoción y al mismo tiempo una tranquilidad con dejo de desánimo pues te das cuenta que alguien más ya recorrió el camino que tú apenas acabas de pisar.

Es curioso cómo las cosas de mayor sustancia son provocadas por casualidades o por sucesos aparentemente irrelevantes. Hoy día, exceptuando Las intermitencias de la muerte, he leído todas las novelas de José Saramago. Su obra, nutrida de un contenido excepcional y trabajada con el arte de los magos, es uno de los hallazgos más importantes de mi vida.

En resumen, aunque no lo parezca, todo es consecuente en esta vida. De tal suerte, quizá debería concluir diciendo:

Gracias por llevarme de viaje, Mamá. Muchas gracias.

El nombre Tuxtla viene del náhuatl tuchtlan que significa "donde abundan los conejos", y Gutiérrez por Joaquín Miguel Gutiérrez quien fue un líder importante a principios del siglo XIX que luchó para que Chiapas no fuera parte de Guatemala. Tuxtla Gutiérrez no fue una ciudad importante hasta 1892, cuando se volvió la capital del estado.

jueves, septiembre 29, 2005 

Televisión

Y como dijo Groucho Marx, "Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro".

Interesante, ¿no? Quién iba a decir que a fin de cuentas la caja idiota contribuiría a cultivar una virtud tan notable.

el autor

  • Soy JM Sandoval
  • Vivo en Algún Lugar
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las bitácoras

letras

  • La caverna,
    José Saramago
  • La sombra del viento,
    Carlos Ruíz Zafón
  • El hombre mediocre,
    José Ingenieros
  • La era del vacío,
    Gilles Lipovetsky
  • El rey de La Habana,
    Pedro Juan Gutiérrez
  • Seda,
    Alessandro Baricco
  • Ai no Kawaki,
    Yukio Mishima
  • La piel del cielo,
    Elena Poniatowska
  • Manual de pintura y caligrafía,
    José Saramago

sonidos

voces

  • Qué extraña escena describes y qué extraños prisioneros, son iguales a nosotros.

    Platón; República, Libro VII


  • Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.

    Proverbio hindú


  • El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma.

    Marcel Prévost


  • La ignorancia afirma o niega rotundamente, la ciencia duda.

    Voltaire


  • Mira dos veces para ver lo exacto; mira una sola vez para ver lo hermoso.

    Henri Frédéric Amiel


  • En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco.

    Piotr Ilich Tchaikovski


  • La música empieza donde se acaba el lenguaje.

    Ernst Theodor Amadeus Hoffmann

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Por el momento es todo, algún día tendré tiempo para escribir cosas de mayor interés.

Gracias por invertir tu tiempo en dar lectura a estas líneas.

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Hasta pronto.